EL sábado pasado estuve viendo la última película de Woody
Allen: A Roma con amor. Mentiría si dijera que esperaba ver un peliculón, la
verdad es que sólo quería ver una película entretenida y divertida como las
anteriores que había visto de este director –que no son muchas-; pero tampoco
fue el caso. Me aburrí.
Cuatro historias de cuatro parejas y la mayoría absurdas. Pero no absurdas y geniales –como para mi lo fue Midnight in Paris-, sino
simplemente absurdas. ¿Qué chica le presenta una amiga a su novio mostrándole
su temor a que se conozcan por lo enormemente atractiva que ella resulta a los
hombres y luego prácticamente les obliga a hacer planes juntos y a solas cada
día? Si es que esto sólo podía terminar de una manera…, e igualmente previsibles son el
principio y el final de la historia que tiene a Penélope Cruz como uno de los
protagonistas. Las otras dos historias, las más originales y divertidas,
parecen cojas, sin forma. Llegué a enfadarme al ver como las mismas escenas se
repetían una y otra vez con apenas unos pocos cambios en los decorados; como si
fueran ideas insuficientes para una película y que hubiera que alargar para
obtener la duración necesaria…y al final la película se me hizo larga.
Ellen Page no me gustó nada, demasiado exagerada. Aunque
quizás eso era lo que tocaba para interpretar a un personaje tan estereotipado
como el suyo… En definitiva, salí del cine con la sensación de que Woody Allen
se estaba riendo de nosotros en su empeño por sacar una película cada año.